Club ARA: La nueva Cueva de Juan Hernández (Cuenca). Más de 3.000 m. topografiados.


 

Hace justo cinco meses, el ámbito de la espeleología conquense recibía con incredulidad y desolación la noticia del fallecimiento de nuestro compañero Juan Antonio Hernández, a edad temprana y dejando familia y una increíble cantidad de allegados y amigos.

Sobre el carácter de Juan ya se ha dicho mucho en estos meses de ausencia, y no hay mucho más que añadir, pero lo que no todo el mundo sabe es que fue uno de los pioneros de la espeleología en Cuenca, en una época en que nuestro deporte tenía a nivel local un pedigrí aventurero que ahora hay que buscar en otras latitudes muy lejanas. Dentro de grupos que ya casi nadie recuerda, Juan estuvo en las campañas de exploración de un buen número de cuevas conquenses que hoy son clásicas y parece que llevan toda la vida ahí, pero que alguien tuvo que abrir al conocimiento a base de tremendas dosis de tesón y esfuerzo, a menudo con un material antediluviano y jugándose el tipo. Tiene hasta una pequeña cavidad con su nombre: el Sumidero del Chistu, en Las Majadas, porque tal era su apodo de entonces, tan delgado que parecía flauta de chistulari.

En aquellas exploraciones de hace casi cuarenta años, Juan siempre fue adicto a las minas de espejuelo, en las que era maestro y mentor. Será que en su Huete natal las tenía para aburrir, pero los que por entonces le acompañamos y le vimos meterse cual sabandija entre colapsos y derrumbes, también le oímos contar cosas que no hemos podido corroborar hasta años después, y que nos cuelguen si tenemos idea de cómo llegó a enterarse, salvo quizás porque fue el primero y vio lo que nadie más pudo ver después. Luego a las minas de espejuelo les han salido padres y padrinos, y de aquellos espeleólogos pioneros de los años de Maricastaña nadie se acuerda, salvo para comentarios despectivos de algún que otro gurú que se las tenía que haber visto en los viejos tiempos heroicos. O tempora o mores.

Pero debe de ser que la conciencia cósmica, aquella de Jung, tiende a extraños equilibrios, y después de casi veinte años sin un nuevo hallazgo importante, ha sido descubrir la segunda mayor mina de espejuelo de Cuenca a los pocos días de la muerte de Juan, y además por pura suerte. O no, vete tú a saber, que con la guerra que dio en vida, en el otro lado no debe de estarse muy quieto.

Así que bienvenidos a la Cueva de Juan Hernández. Después de casi cinco meses de trabajo las labores de exploración, topografía y estudio a cargo del Grupo ARA, con participación de miembros de otros grupos conquenses, están casi terminadas. Un trabajo de hormiguita realizado únicamente por espeleólogos de Cuenca, discreto y puesto en conocimiento de las administraciones competentes desde sus inicios. Más de 30 salidas y de 2.000 horas de trabajo para presentar los resultados que iremos desgranando en las entradas siguientes y que serán objeto de presentación y publicación próximamente. De momento, unas pocas fotografías, de las del montón. Las mejores, pronto. Va por ti, Juan, donde quiera que estés.